La gran cantidad de cantos hizo necesario un sistema de notación, porque los monjes no podían aprender tanto de memoria y necesitaban escribirlo en un papel. Así, sabrían qué letra cantar y si sus notas subían o bajaban.

Nuestro sistema actual es muy parecido al que inventó Guido de Arezzo en el siglo XI. Consistía en cuatro líneas (tetragrama) sobre las cuales se escribían signos, la mayoría cuadrados, de ahí que se le llamase "notación cuadrada".

Pero antes de la notación cuadrada, muy parecida a la nuestra, existía una "notación neumática", compuesta de neumas, signos alargados que indicaban el cambio de altura de la nota pero de forma muy básica y orientativa. Lo podrás ver más abajo.

La notación cuadrada triunfó, porque permitía saber exactamente cuánto subía o bajaba la nota y se le daba un nombre concreto a esta: Ut, Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si. El origen de estos nombre lo tienes en la tabla de la izquierda, en el himno a San Juan Bautista.

Aquí abajo verás la evolución de la notación musical: